Mientras que alguna tensión es innecesaria, otra es inevitable, como la que proviene del trabajo, la familia o las pequeñas irritaciones de cada día. ¿Cómo manejas las problemas inevitables de la vida? La premisa básica de este estudio es que nuestra vida se define por las actitudes que decidimos adoptar. Una de las principales es cómo manejamos la tensión inevitable. ¿Te recuerdas de la definición de “actitud”? Es la respuesta mental y emocional a las circunstancias de la vida. Cuando decimos que debemos escoger la paz en lugar del estrés, hablamos de ENFRENTAR las causas abiertamente y desarrollar las respuestas mentales, emocionales y espirituales apropiadas a esas tensiones. La paz no es una actividad, sino una actitud. ¿Cómo puedes desarrollar esa actitud de paz?
1. Mira los problemas como lo hace Dios (Santiago 1:2) El estrés es una actitud que resulta cuando respondemos a los problemas con pánico. Santiago dice que nuestra primer respuesta a la tensión inevitable debe ser de gozo. Seguramente NO se refiere a una alegría irreflexiva: “no tengo dinero para pagar las cuentas” ¡que emocionante!…. seguramente que no, sino se refiere a UNA SEGURIDAD CALMADA QUE SABE QUE DIOS CONTROLA LA SITUACION. Podemos responder con gracia al estrés. Es interesante notar que la palabra alegría y gracia provienen de la misma raíz griega.
Pero… ¿cómo podemos hacer esto? “Sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia” (Santiago 1:8) En otras palabras, nos dice que los problemas son oportunidades para crecer. La raíz griega de “problemas” es “hacer avanzar”. Los problemas nos hacen avanzar en nuestro crecimiento espiritual.
2. Vive en tiempo presente Cuando desperdiciamos el tiempo recordando los errores del pasado (que de todos modos no podemos cambiar) o pensando en los problemas del futuro (que de todos modos no podemos prever), somos susceptibles de vivir bajo estrés, estorbando la alegría del momento presente. Es interesante que en el Antiguo Testamento, el nombre más santo de Dios se traduzca como “Yo Soy”. También en el evangelio de Juan, Jesús se refiere a sí mismo como “Yo Soy”.
3. Descanse un día a la semana Me parece que puedo escuchar a alguien diciendo: “eso es fácil para ustedes los pastores. ¡Solo trabajan una hora por semana! Pero si supiera lo que tengo que hacer, vería que es imposible. “ Pero el hecho es que uno de los primero mandamientos que Dios dio fue el de tener un día de descanso. En el Antiguo Testamento, se conocía como el sábado. Este era más que un día de adoración, era de descanso, imitando el horario que Dios mismo había seguido. (Exodo 0:9-11) El hombre no fue hecho para trabajar 7 días a la semana. Ese horario es poco realista y con toda seguridad producirá presiones y hasta un colapso nervioso. Es evidente que Dios no necesitaba descansar. Cuando terminó su obra de creación no dijo: ¡Uf! ¡Estoy agotado! ¡necesito descansar!” Mas bien, estableció un patrón para la forma en que debemos trabajar. Necesitamos un día de descanso para reponer nuestros recursos físicos. En el Antiguo Testamento el día de reposo se utilizaba para la adoración. Hoy nosotros nos unimos cada semana para adorar a Dios y retomar la perspectiva correcta al meditar en la palabra de Dios y en su obra en nuestra vidas.
4. Todos los días haz algo que te agrade hacer Con saber que vas a pasar unos minutos haciendo algo que te gusta, como tu pasatiempo favorito, practicando algún deporte, leyendo o viendo un programa de televisión, puede ayudarte a soportar las tensiones del día.
5. Pasa tiempo a solas con Dios cada día La manera como empezamos o terminamos el día afecta grandemente nuestro nivel de tensión. Es imposible manejar efectivamente la presión sin pasar tiempo con aquél que nos ofrece la única solución a ella. Nuestro mayor ejemplo de esto es Cristo. El no permitía que sus múltiples responsabilidades impidieran esos momentos. (Marcos 1:35) Al analizar el contexto de este pasaje, encontramos que se encuentra en medio de uno de los días más ocupados de todo el ministerio de Cristo. Sin embargo, comenzó su día de rodillas. Para El, el tiempo que pasaba con su Padre no era una obligación religiosa, sino el secreto de su fuerza y la fuente de su tranquilidad. Dios nos ofrece la misma fuerza y tranquilidad en medio de una vida llena de tensiones. Medita en este pasaje: (Isaías 40:29-31).

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